Matinée de Depravados

Hoy vamos a hablar de un blogger cuyo desempeño se basa en la narrativa, o como él lo define en su blog: "Narrativas de género, y de paso".
Su nombre es Esteban Fernández Argüello y le pude hacer una mini entrevista por mail para poder conocerlo un poco más.

Edad: 36 años
Estudios: Terciarios en cine y fotografía
Trabajos: Una novela que se encuentra en etapa de corrección, narrativas breves de género,
varios cortometrajes que participaron en certámenes de video con suerte dispar,
y año y medio trabajando de Productor en TV

¿Cuándo empezaste a escribir en un blog?
El blog inició hace 5 meses.

¿Es diferente escribir en un blog o es lo mismo que guardarlo para uno mismo sin que otros lo vean o a lo sumo las personas más cercanas lo lean?
En cuanto al proceso creativo y la exigencia, es lo mismo, en referencia al soporte, la llegada es ampliamente mayor desde el blog. Y eso genera muy buenos feedback.

¿Lo tuyo es literatura aplicada a la vida cotidiana, o la vida cotidiana es la que te marca el estilo literario para contar algo que te pasó?
Siendo un cuentista de género (mayormente) la influencia de la vida cotidiana es sólofuncional a las historias que cuento, digamos que el devenir cotidiano es el contextopor donde transita la prosa.

Si no existiesen los blogs ¿Cómo harías para descargar tu escritura? ¿Lo harías?
Si no existiesen los blogs creo que apelaría a folletines, pasquines independientes, amén de errar por Editoras buscando un espacio.

Para ver el blog: http://matineededepravados.blogspot.com/

Y a continuación una de sus últimas entradas:

Tenis

Mi padre fue un jugador que descolló a medias. Se federó a los dieciséis, compitió en los nacionales, obtuvo sus lauros, e integró la incipiente legión sudamericana. Pero cuando fue momento de proyectarse al mundo el abuelo retiró su apoyo, dejó de financiar los viajes, raquetas, el entrenador y hasta la ropa deportiva. No porque descreyera de su habilidad, sino porque pretendía que se graduara de contador como él. Luego de una serie de escaramuzas familiares, y la lesión crónica del talón, papá aceptó el destino marcado, se dedicó a la contabilidad.
De los hijos sólo yo heredé su amor al juego. A los siete pintaba crack, tenía un dúctil revés a una mano, mi saque era feroz, dominaba los efectos, y la derecha parecía un latigazo. Él abrigaba grandes esperanzas. Sería número uno de todas las categorías juveniles, brillaría en los challengers y al final tomaría por asalto el circuito mayor.
A los doce odiaba a mi padre. Que jamás tuviese palabras de aliento, incluso en la victoria, el rigor de las prácticas, que me prohibiera ver a mis amigos porque eran perdedores, las veces que me dejó sin cena porque jugué mal, los insultos a contrincantes, un coscorrón cuando cometía doble falta, sus retos en público, el psicopateo, la humillación. Su mentira favorita, lo hacía por mi bien. Y así hasta que me rebelé, me retiré siendo un niño.
No ahondaré en el calvario que aparejó la decisión, sí diré que volví a jugar a los catorce sin su coaching. Menos por el fuego sagrado que para escupirle mis triunfos.
Gané algunos partidos y llegué a finales, pero las perdí. Carecía de hambre, soltura para improvisar, nervio para jugar los puntos decisivos, y hasta un poco de agallas. Después de dos temporadas errando en menores decidí abandonar.
Con los años aprendí a llevarme con el viejo. Hice carrera y formé una familia. Ahora él juega con sus nietos, y cuando no, jugamos los dos. Hago que se revuelque, le tiro un drop imposible o lo desairo con un globo. Me burlo, lo puteo cuando yerra, le tiro al cuerpo, me tomo su agua y hago trampa. Se pone tan nervioso que creo le dará un infarto.